Las hojas
10.11.2021

 

Nunca me había preguntado, hasta este otoño, si las hojas caen o si, por el contrario, se arrojan al vacío aprovechando una ráfaga de aire. En cualquier caso, admiro de los árboles su habilidad para deshacerse de aquello que ya no les aporta.

Llega el invierno y, en la naturaleza, cada especie ha encontrado la manera de protegerse. Las ovejas se cubren de lana, los árboles se desnudan. Disminuyen las horas de luz y las hojas dejan de realizar la fotosíntesis. Cuando éstas pierden su utilidad el árbol comienza a gastar más energía en mantener las hojas que la que éstas le devuelven. En ese momento las ramas cierran los conductos que nutren las hojas y éstas inician su declive. Pierden la clorofila, el pigmento verde se torna en ocre, naranja, rojizo y después, caen. El árbol reduce su actividad para ahorrar energía y las hojas muertas alimentan la tierra que le ayudará a renacer en primavera.

Rumi, poeta y místico musulmán persa del siglo XIII dejó escrito, “Sé cómo un árbol y deja caer las hojas muertas”. Camino, en paralelo al río, sobre una alfombra de hojarasca. Imagino que cada hoja de roble, tilo, haya es un error, una angustia, un resentimiento del que algún paseante ha conseguido desprenderse. Me gusta el sonido que producen al crujir bajo mis zapatos. Algún escolar recogerá hoy unas cuantas hojas y las colará en una cartulina. Un amante despechado señalará una página en el último poemario de Karmelo C. Iribarren. Antes del amanecer, los barrenderos borrarán el otoño de la calzada.

Desprenderse. Suena fácil. Pero tendemos a aferrarnos al pasado, a cargar con recuerdos baldíos, y nos cuesta deshacernos de aquello que nos lastra. No sé. Quizá es que las personas somos de hoja perenne.

 

Publicado en el diario Vasco El Domingo 7 de Noviembre de 2021.

Foto.- Les feuilles mortes.- San Sebastián. 2021

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