Babia
07.09.2015
Por favor, no me despiertes. No me agites. Prefiero seguir dormido. No me muestres la salida de este limbo. No me ofrezcas la escalera. No voy a subirme para ver qué hay al otro lado del muro . No siento curiosidad por los detalles. Cambia de dial, apaga esas penas. Que la música suene más fuerte que los problemas.
Se vive razonablemente bien instalado en la ignorancia. Soy el sordo que no quiere ver. El ciego que no quiere oír. Ese que, en las encuestas, siempre prefiere no saber/no responder. Defiendo mi inocencia amparado en la inconsciencia. Más que vivir, elegí sobrevivir en una engañosa y confortable seguridad. Que nadie me pida cuentas. Si tengo deudas, que sean con el banco.
Por favor, no toques mis prejuicios. Algo habrán hecho. Se lo habrán buscado. Prefiero confiar en el sistema, creerme las verdades oficiales, que otros se encarguen de mover los hilos que me mueven. No quiero ejercer ningún poder. Mi único papel como ciudadano es no dar problemas. No mirar debajo de la alfombra.
No quiero saber cómo viven las gallinas responsables de mis huevos, no sé de cambio climático, de desigualdades ni desahucios. ¡ Qué guerra ni qué niño muerto! Que las mareas de septiembre se lleven el cuerpo del delito. Que podamos volver a bañarnos, tranquilos, en la playa.
Vivir en la ignorancia es una coartada para poder sobrellevar nuestro egoísmo. Taparse los ojos es una forma infantil pero efectiva de esquivar nuestros problemas.
Sin embargo, dar la espalda a la realidad, es lo único que nos impide mejorarla.
Publicado en el Diario Vasco el Domingo, 6 de Septiembre de 2015.
Foto.- No soy egoísta, es que alguien me robó el corazón. Barcelona, 2015.