Ceder
21.09.2015
Los prejuicios son espinillas en el cerebro y este grano está enquistado en lo más profundo. Nos entró, nos metieron, en la cabeza que ceder es signo de debilidad. Cede el zapato que aprieta y ceden los pantalones que compraste hace unos cuantos kilos. No ceden las troikas, la usura, las verjas de alambre ni las murallas mentales.
Por ignorancia, incapacidad, o porque no nos da la gana pero aquí, no cede nadie. Suena blando. Quizá sería más aceptado si lo llamáramos transigir, adaptarse, ser flexible. Lo contrario es enrocarse. Hacerse uno fuerte en su palmo de verdad. Cerrar por dentro el portón de la torre y tragarse la llave. Lo contrario son el diálogo de sordos que presenciamos cada día en las noticias.
Nuestra vida es un pulso entre esperanzas y frustraciones. Nos movemos en un conflicto permanente porque las relaciones personales, políticas o laborales se cuestionan y se validan cada día, en continua construcción. Vivir es una negociación y no puedes negociar sin tener en la cabeza una idea de cuánto estás dispuesto a ceder.
Convivencia es el espacio en común conquistado a la intransigencia. Es imposible convivir sin pactar. Es imposible encontrar la armonía sin ponerse en el lugar de los demás. Escuchar, comprender o, al menos, intentarlo. En todo acuerdo la moneda de cambio es aceptar al diferente.
Aprender a ceder es empezar a ganar. Explotemos el grano. Ceder es de valientes porque sólo lo hace quien está dispuesto a cambiar y a cambiarse.
Publicado en el Diario vasco el Domingo, 20 de septiembre de 2015.
Foto.- Desbloqueo Mental. Estambul, 2012.
Qué bonito blog Guille, textos bonitos, imágenes bonitas… me ha gustado encontrarlo, no lo conocía. ¡Enhorabuena!
Gracias, Amaya.
me alegro de que te guste.
¡ Beso !
No sólo es ceder, también es actuar con pequeños gestos sabiendo que pueden parecer insignificantes pero que existe la oportunidad de ser el aleteo de mariposa que genere la tormenta. ¿Que pasaría si empiezas a comprar en “local” en vez de en grandes superficies? Por ejemplo. ¿Qué pasaría si un grupo de vecinos limpia y acicala los solares abandonados sin contar con el Ayuntamiento? ¿Qué pasaría si decidieras buscar la conciliación y los puntos de encuentro en los conflictos con tu vecino, tu cliente, tu proveedor… sin necesidad de un juez? Estos pequeños e insignificantes cambios en nuestro día a día, esta toma de conciencia como entes individuales pero sociales, de responsabilidad con lo que nos rodea… podría ser desastrosa para los que viven de, precisamente, nuestra automatizada indiferencia y falta de capacidad para ceder.