La Trampa
27.09.2013
( Esta columna se publicó en Octubre de 2007, cuando todavía duraba la fiesta y un año antes de empezar a sentirnos vulnerables. Lo he recuperado aunque advierto de que, ahora, puede sonar un poco reiterativo.)
Los habitantes de algunas regiones de África, Oriente Próximo y Centroamérica se lo cuentan, de padres a hijos, desde hace siglos. Es una técnica ancestral, un truco infalible, para cazar monos sin causarles daño físico.
Los nativos escogen una vasija con el cuello lo suficientemente grande como para que el animal pueda introducir su mano desnuda. Inmovilizan el cántaro, atándolo por una de las asas, a un palo o y depositan en él cacahuetes, nueces o alguna fruta. El mono, atraído por el hambre, introduce su mano en la vasija y coge el alimento pero, al cerrar el puño, le es imposible sacarla y queda atrapado.
Parece increíble. Bastaría con que el macaco soltara el alimento para que liberara su mano, y pudiera escapar, pero nunca lo hace. La recompensa ciega al animal. Ni siquiera la presencia humana consigue que renuncie a su tesoro y acaba bajo una red.
La trampa más antigua para cazar monos es, hoy, la más sofisticada para atrapar a los vecinos de este lado del globo. El estilo de vida consumista ha plagado nuestra vida de cántaros y de cacahuetes. Más grande, más nuevo, más que el de al lado. Lo que antes eran lujos hoy son imperiosas necesidades. Redes brillantes y hermosas en las que caemos seducidos una y otra vez.
Poseer es renunciar a nuestra libertad. Y, aunque somos conscientes, no sabemos – no podemos – abrir la mano para recuperarla.
Publicado en El Diario Vasco el Sábado 6 de Octubre de 2007.
Foto.- Compro luego existo. Bruselas, 2011.
Siento de veras cargarte de más responsabilidad, pero yo también he recortado alguna de tus columnas antes de aparecer este espacio.
‘La trampa’ es una muy especial. Confieso que en más de una ocasión la he usado como guía. Incluso la he leído a alguien por teléfono, a distancia, para intentar hacerme o hacerle comprender.
Las sigo recortando, la verdad… Me parece tenerlas más a mano y además -como dice Enrique- ‘amarillean’ y eso da cierta perspectiva. Para algunas cosas prefiero el papel (aunque he de reconocer que este blog es un regalo, con las fotografías y sus títulos también).
‘Fuegos’ ó ‘22.09.07’ (entre las anteriores)… ‘Domingo’, ‘Amable’, ‘Gasolina’ permanecen siempre cerca de la vista -entre otros recortes- en alguna pared.
La reciente ‘Compartir’ viajó el mismo domingo hasta Suecia a través del teléfono. Como ves, tus creaciones tienen vida propia más allá del diario. Se te escapan cuando las pierdes de vista y corretean a su aire, se instalan aquí o allá…
Y para viajar, al igual que tus reflexiones, los principios y sentimientos en ellas contenidos tienden puentes hacia la comprensión y la comunicación a sus destinatarios.
Las gracias te las damos nosotros a tí.
Felipe, no puedo responder a tu comentario.
Realmente me supera. Gracias.
Impresionante. Me deja sin palabras. Es, sin dudarlo, la mejor metáfora que conozco sobre el consumismo.
Enhorabuena, Guille, y gracias por tu blog. Tan sólo echo de menos que no escribas con un poco más de frecuencia.
Gracias Nubio,
es un artículo pre-crisis pero creo que sigue estando vigente.
¡ Intentaré publicar más a menudo !
La tengo pegada en la pared del salón de mi casa desde que se publicó. Está algo amarillenta pero de vez en cuando la releo. Es VERDAD
¡ Vaya responsabilidad !
Yo también tengo un montón de artículos, de otra gente, pegados por las paredes pero nunca imaginé que ocurriría con uno de los míos.
¡ Gracias !
Bueno guille, es verdad, no queremos renunciar a nuestros cachuetes y así nos va.¡Y pensar que, a este paso, ni cacahuetes ni puñetas!.Yo estoy tratando de mentalizarme para sobrevivir. Mira, por mal que nos vaya, ¿no nos llegará para comer un plato de patatas cocidas, viudas?Y puestos a soñar¡¡con un chorrito de aceite!!Luego para la cena, me conformo con un bol de leche con sopas, procedentes de los mendrugos de pan que hayamos guardado del mediodía. ¿Te apuntas?
Seguro que tendremos más que eso, Iñaki.
De todas forma, me pasé la infancia tomando café con leche con sopas
Y el recuerdo de aquello es buenísimo.