Libretas
10.08.2015

 

Introducción, trama y desenlace

Las libretas en blanco son provocativas y desafiantes. Se ofrecen, generosas, como la tierra fértil sobre la que sembrar la semilla de una novela o cincelar los recuerdos de un viaje. Una libreta sin estrenar se abre, insinuante, a la imaginación pero genera, a la vez, un respeto, un temor cercano al fetichismo. Miedo a profanarla con un borrón, a llenarla de correcciones. Pánico a arrancar una hoja y mutilarla.

He conservado decenas de libretas intactas en una relación de amor no consumado. Su papel poroso esperaba en el estante, sin mácula, una ocasión especial que me empujara a abrirla y manchar la primera página.

Y, sin embargo, un día descubres que lo valioso de una libreta no es el diseño de la cubierta o la calidad del papel. Importa lo que atesoras en ella. Pensamientos, recetas y tentaciones. Cientos de listas. Bocetos inacabados y planos imposibles. Anotaciones robadas a la vigilia, garabateadas con una caligrafía tan caótica que, al despertar, se antojan ideas ajenas.

Una libreta nueva es sólo el inicio de algo. Un proyecto, una aventura o un trozo de vida en el que las páginas en blanco equivalen a los días por vivir. No puedes esperar a conocer la última página para comenzarla.

Hay que perderle el miedo, hacerle saber quién lleva el lápiz. Mancharla, romperla, escribir hasta los bordes, llenarla de tachones, grapas, pegamento, notas al margen.

Incluso arrancarle páginas pero, por respeto, nunca dejarla inacabada.

 

 

 

Publicado en El Diario vasco el Domingo, 9 de Agosto de 2015.

Foto.- Introducción, nudo y desenlace. Cementerio Père-Lachaise, París.

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