Distancias
02.05.2016

 

standard hotel

Mi intimidad es el único territorio del que me siento dueño. Mi posesión más valiosa es una burbuja, el espacio de respeto que mantengo entre mi piel y la tuya. El cortafuegos que separa tu libertad de mis derechos. No sólo los ciclistas necesitan que se respeten la distancias.

Para crecer, las encinas requieren más espacio que los olmos. Cada persona y cada situación también exigen acercamientos diferentes. Convivir comienza por aprender a medir la distancia que debemos guardar en nuestras relaciones de pareja, familiares, laborales o vecinales.

Un ejército de avasalladores enarbolan, como bandera, la confianza desmedida para invadir el espacio ajeno. Gente sin tacto que abusa del contacto. Curiosos patológicos que te interrogan por tu sueldo y tus créditos. Colonos emocionales que, hurgan en tus sentimientos o te detallan, con muchos pelos y señales, sus íntimas miserias. Atilas ideológicos que arrasan tus ideales para intentar sustituirlos por sus dogmas, como si fueran las pilas que se cambian a un muñeco.

Se echa en falta un poco de cortesía. Para unos, el último símbolo de clase. Para otros la regla que mide, al milímetro, el espacio que nos une y nos separa. Guardar las distancias es una ciencia y es un arte. Se trata de mantener el respeto sin perder la empatía. Interesarte por los demás sin parecer un indiscreto. Preguntar sin inquirir. Mostrar interés y no parecer interesado. Ser cálido pero no quemar.

Sólo pido que no pises mi sombra. El metro cuadrado que me rodea es la única propiedad privada en la que creo.

 

 

 

Publicado en El Diario Vasco el Domingo, 24 de Abril de 2016.

Foto.- Hotel standard, Meat Pack district, NYC 2015.

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