Verde
03.04.2016

 

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Puedes intuir a qué ritmo vive la gente de una ciudad por el tiempo que duran sus semáforos de peatones. Tengo dudas de si los semáforos están programados para ordenar el tráfico de nuestras arterias o para marcar la cadencia de nuestros pasos, el pulso de nuestras vidas.

En las ciudades grandes el asfalto es hostil con la gente de a pie. La selva. En horas punta, manadas de peatones se agolpan en el borde de la acera como antílopes prestos a vadear el río Mara en Serengeti. Una luz verde desata la estampida y los peatones cruzan la calle, a la carrera, sin rozarse. La alarma acústica se acelera, el icono del peatón comienza a parpadear frenéticamente y la manada acelera el paso. Esta sociedad no acepta rezagados. Los seat León y los Jaguar rugen, acechantes esperando la señal para atacar. No es casual que los pasos de peatones se llamen pasos de cebra.

Desconozco si las figuras verdes de peatón prefieren vestir falda o pantalón pero, por ahora, nadie ha imaginado iconos con la silueta de un anciano con bastón, unos padres con carrito de bebé o una turista con mapa. Tampoco hay previstos iconos de parejas besándose. Ni de niños que juegan a cruzar saltando de raya en raya. Ni de aspirantes a beatle que sueñan con cruzar su propio Abbey Road.

Corriendo de una acera a otra, una mañana perdimos la paciencia. Anoche soñé que un valiente se agachaba, en medio de la calzada, a buscarla, como si fuera una lentilla. Se levantó, desafiante, y nos gritó, “ Pero, ¿ a dónde creéis que vamos ? “

Le arrastró la manada.

 

 

Publicado en El Diario Vasco el Domingo 3 de Abril de 2016.

Foto.- Peatón skater.- NY 2013.

 

 

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