Una letra
30.06.2014
Ahora lo entiendo. Las malas caras, la descortesía, la falta de atención y de intención. No es mala fe. Es sólo un malentendido, un baile de letras. La R por la L. Confundimos servir con servil. En algún momento hemos entendido que ayudar al bienestar de los demás es una actitud servil, rastrera, indigna del ser humano.
Ahora comprendo la antipatía de algunas personas que trabajan de cara al público. Esa hostilidad es un mecanismo de defensa. También un aviso. No creas que estoy aquí para servirte, no eres más que yo, no me estás haciendo un favor entrando aquí , ser cliente no es razón para tratarte bien.
Una L en lugar de una R. Lástima de confusión. Hay gente que lleva toda su vida entendiendo que complacer a los demás es doblegarse. Que sonreír es de sumisos. Que ser amable es rebajarse.
Para otros ser servicial es preocuparse por los demás. Una actitud humana que te ennoblece. Ser cortés, educado, atento es un placer si te gusta hacer feliz al de enfrente. Es un arte y también es un negocio. El escaparate, la ubicación, la calidad del producto son sólo medios para conseguir que se produzca el momento de la verdad, ese en el que entra un cliente. En ese instante puedes elegir entre gruñir o decir las palabras mágicas: “ ¿ En qué puedo ayudarle ?”
Complacer. Con placer. Servil. Ser vil. No es tan difícil de distinguir. No es tan duro de hacer. Basta con tratar a los demás como nos gusta que nos traten a nosotros. Todos queremos que nos cuiden, encontrar personas amables al otro lado del mostrador, la barra o la caja registradora. Al fin y al cabo, hemos venido aquí para servirnos unos a otros.
Aunque no sé, quizá la razón de tanto mal servicio sea otra.
Servir también significa valer, funcionar, ser útil. Y, como en todo, hay gente que sirve y gente que no sirve.
Publicado en el Diario vasco el Domingo 29 de Junio de 2014.
Foto.- Trato afectuOso. Berlín, 2012.