Estimada Tristeza
25.11.2019
Valoraba más la felicidad cuando aún era una meta. Una esperanza escurridiza que jugueteaba conmigo, que se mostraba ante mí, seductora, y se escondía justo cuando estaba a punto de tocarla con los dedos. Hace un siglo la felicidad era un ideal, hace treinta años un derecho, hoy, hemos hecho de ella una obligación. Un trofeo que exhibir.
Estimada tristeza, no hay lugar para ti bajo la tiranía de la felicidad. Cada día me recuerdan que debo estar siempre feliz. O por lo menos, aparentarlo. Los profetas de esta nueva religión acaparan los medios con manuales de autoayuda, dietas saludables, ejercicios físicos y espirituales, pastillas legales o ilegales que prometen eliminar hasta el último rastro de pesar. Pero la tristeza no es una enfermedad que erradicar, como la malaria. Aún no se puede extirpar un estado de ánimo.
Me siento incapaz de vivir en un estado de constante felicidad. Y aunque tengo una vida plena, aunque no espero ni ansío nada para dibujar una sonrisa, sé que la tristeza está ahí, escabullida en el lado frío de la almohada, en una silla vacía, en la nota olvidada en el bolsillo de un abrigo viejo, en la foto que guarda la página de un libro a medio leer. Una tristeza paciente, resignada, que espera que baje la guardia, que me quite la coraza, para invadirme de melancolía.
Hoy parece que felicidad y tristeza son sentimientos excluyentes. Pero negar la tristeza es renunciar a ser un humano, a afrontar los reveses y paradojas de la vida. No disfruto de ti, tristeza, pero tampoco te temo. No quiero dejar de sentirte. Porque conocerte me ayuda a distinguirte de los buenos momentos. Porque me empujas a reaccionar, a rebelarme y escapar de ti.
Publicado en El Diario Vasco el domingo, 24 de Noviembre de 2019.
Foto.- Cadenas. Estambul, 2013
Gracias por tus artículos, son francamente buenos…
Cada domingo los leo y los disfruto, este último me ha encantado, realmente agota aparentar estar feliz siempre…..somos humanos, gracias por recordárnoslo Guile!
¡ Gracias a ti, maría José !
Buenas, Guille.
El artículo es guay. Pone de manifiesto la triste realidad de la vida.
En esta ciudad cuando pregunto a la gente qué tal está, la respuesta es siempre superbien. No me lo creo. No me creo que mis vecinos/as de bloque sean eternamente felices. No me creo que los/as amigoa/as de mi entorno sean plenamente felices 24h. Tengo amigos, tuyos también, que siempre le va de putamadre. No me lo creo. Al personal le cuesta decir que está preocupada, triste o mal. Para mi es una cuestión de miedo y de temor por el “qué pensarán”. No saber enfrentarse a esos miedos hace cultivar la fachada aunque estés jodido por dentro. Aparentar está de moda, la tristeza no.
Ser feliz 24/7 debe de ser agotador.
Como siempre,¡excelente!Ese estigma que pesa sobre el hombre de hoy:mostrarse SIEMPRE feliz.En ocasiones,un tormento.
abrazote,
Gracias por tus palabras, Iñaki.
Abrazo.