Sin Reservas
14.07.2022
Romper la yema de un huevo frito con un trozo de pan, observar cómo se impregna de líquido amarillo y llevártelo a la boca es una experiencia sublime que siempre he reservado para el último bocado. El centro del sándwich, la punta de la ración de tortilla, la guinda del pastel. Hago repaso y compruebo que me he pasado la vida dejando lo mejor para el final. Siempre he postergado el disfrute, he retrasado la gratificación convencido de que la espera me recompensaría con un placer más intenso.
Leí en algún sitio que los que guardan lo mejor para el final son más maduros, confían en el futuro y planean la vida a largo plazo. No creo que una yema de huevo frito contenga tanta filosofía y sin embargo, me hago consciente de que en los últimos tiempos he cambiado mis hábitos. Hoy estoy convencido de que, si guardo lo mejor para el final, se me va a enfriar.
Quizá sean los años, que se escurren como arena entre los dedos, la conciencia silente de que ya tengo más pasado que futuro. Quizá sea por la certeza, constatada en estos dos años, de que sirve de poco hacer planes para un mañana impredecible. Hoy sé que quiero comenzar por lo mejor, desempolvar las botellas que reservé para una ocasión especial, llevarme a la boca el bocado más sabroso antes de que se lo coma otro o se me pase el arroz.
No he conseguido encontrar en google quien fue Ernestine Ulmer pero dejó para la memoria una gran frase. La vida es incierta, cómete primero el postre.
Y así, con todo.
Publicado en El Diario Vasco el Domingo, 10 de Julio de 2022.
Foto.- Falso Cy Twombly III.- Manhattan, NYC.- 2011