Shhh…
16.08.2022
Todo viaje implica una búsqueda y esconde una huida. Hacemos maletas con el impulso íntimo de escapar de nuestros fantasmas. Durante años, viajé buscando un tesoro al que no sabía poner nombre. Encontré mi refugio pero sólo años después, una noche estrellada, , sentí el sonido extraño que provoca el silencio. Ese día descubrí que ya había dado con lo que estaba buscando. Un lugar donde escapar del ruido del mundo.
El silencio es un sonido incómodo. Dijo Miles Davis que es el más fuerte de todos los sonidos. Retumba en la cabeza y alborota los pensamientos dormidos. Quizá por ello, la vida es, cada vez, más estridente. La industria del ruido sustenta su éxito en la necesidad de tapar el silencio. Somos una sociedad cacofónica, formada por adolescentes de todas las edades, que requerimos ruido constante. Ruido, griterío, carcajadas, confusión que nos distraiga y ahuyente el vértigo que supone encontrarse con uno mismo.
En un mundo que asocia la alegría al griterío, el silencio es un lujo cada vez más caro de encontrar. Un paréntesis donde fluyen los pensamientos y nacen las ideas. Un puente que nos pone en contacto con nuestro interior y con lo que nos rodea y nos pasa inadvertido. Sin ruido la vida se siente mucho más simple.
Cierro los ojos y escucho el sonido que provocan las cosas. Alguien corta pan. El agua borbotea y hace bailar la tapa de una cazuela. Una tenue brisa mece las hojas de los ficus, las olas lejanas esparcen un cargamento de espuma sobre la orilla. Me siento junto a Ana y permanecemos callados, enfrascados en nuestros libros. Encadeno tres párrafos seguidos sin que nada interrumpa mi lectura y oigo pasar las páginas como quién escucha pasar el tiempo. Mi mayor placer en estos días es apagar el ruido. Recordar que la vida sencilla tiene su propia banda sonora.
Publicado en El Diario vasco el domingo, 13 de agosto de 2022.
Foto.- Pared y Celos.- Sagües, San Sebastián.- 2015