Rojo
19.02.2015
Un conductor graba cómo se estrella un avión. Un torero es corneado en el pubis. Las cámaras de seguridad de un supermercado recogen un atraco con violencia. Un vecino graba a dos terroristas rematando en el suelo a un policía mientras pide clemencia.
Los informativos de TV se han convertido en un espacio de entretenimiento. Las noticias se han sustituido por una sucesión de flashes que nos deslumbran, asustan, indignan u horrorizan. Imágenes impactantes pero tristemente banales cuando las aíslas de su contexto. No importa el dónde ni el porqué, las causas o las consecuencias. No hay análisis ni se necesita una justificación periodística. El rojo sangre marca la agenda informativa.
Los informativos son un supermercado de imágenes y cualquiera podemos ser proveedores de mercancía fresca. La revolución digital nos ha dado una cámara a todos. A los amateur en busca de su minuto de gloria y a los traficantes de imágenes profesionales. El Ejercito islámico es el mayorista que mejor lo ha entendido. Sus asesinos cuidan hasta el último detalle la grabación de sus sanguinarias ejecuciones.
Supongo que la única razón de todo este cambio son las audiencias. El dinero. O tal vez no. Cuando los telediarios se convierten en espectáculo la realidad pierde su espacio. Quizá el objetivo sea aturdirnos con esos destellos brillantes y vacíos.
Quizá se trata de que las verdaderas noticias, las que nos afectan, nos dejen indiferentes. Apáticos. Pasivos.
Publicado en El Diario vasco el domingo, 15 de Febrero de 2016.
Foto.- Janet Leigh ( en la ducha ). – Berlín, 2012.
[…] Yo creo que sí, de hecho hay varias editoriales especializadas en libros escritos por periodistas. Y como los medios cada vez dedican menos espacio a los grandes reportajes, los libros están recuperando el género. La figura del corresponsal, aparte de en el medio televisivo, prácticamente ha desaparecido. Y el trabajo que las teles muchas veces le piden al profesional se limita a alimentar el espectáculo, lo que Guille Viglione llamó muy acertadamente “el supermercado de imágenes”. […]