Rápido
04.12.2012
El progreso. Avanzar. Hasta ahí todos de acuerdo. La cuestión no es avanzar o no. Es el ritmo que nos hemos marcado para avanzar. La prisa, la impaciencia. La velocidad.
La velocidad llegó con la ambición y la ambición es como el colesterol, la hay buena y mala. La ambición buena nos trajo la velocidad por investigar, descubrir y prosperar. La ambición mala acarreó la velocidad por poseer, acumular y dominar.
Progreso y velocidad. Nos gusta asociar estas dos palabras. Como ejemplo, una frase desgastada por el uso.“ Hemos avanzado más en un siglo que en toda la historia de la humanidad “.
La velocidad nos fascina. Mucho más que la calidad. Nos deslumbra tanto que nos ciega. Lo que sea, que sea rápido. Sí, la velocidad tiene más que ver con la cantidad que con la calidad. Vivir rápido nos permite hacer más cosas en el mismo tiempo. Es, sólo, otra forma de luchar contra el paso de los días. No podemos alargar nuestra vida pero intentamos hacerla más ancha.
Picoteamos de aquí y de allá. Nos precipitamos a una vida fastfood. Viajamos, visitamos, hacemos fotos y volvemos rápido. Consumimos rápido. Hacemos deporte rápido. Vemos la televisión rápido. Desgastamos, averiamos, desechamos rápido y, luego, lo reponemos rápido. Comemos, reímos, tenemos orgasmos rápido y no cogemos un libro porque ocupa mucho tiempo. Reconozcámoslo, usted está ante esta columna porque se lee rápido.
Es un hecho, avanzamos a toda velocidad. Sólo una curiosidad, ¿ alguien sabe a dónde vamos ?
Publicado en El Diario Vasco el Domingo 2 de Marzo de 2012.
Foto. Coche parado. The Old Truman Brewery, Brick Lane, London.
Hazte “vigilante” y te toparás de golpe con la frenada. Te dejo que voy deprisa a no hacer nada
” Me voy deprisa a no hacer nada “.
Muy bueno. Con tu permiso te lo robo.
Buena columna. Absolutamente cierta.
Muy chula la analogía con el colesterol, velocidad buena y mala. Debería haber una aplicación en los móviles (lo que más veces miramos desde hace ya un tiempo, también con prisas) que nos dijera cómo van nuestros niveles de velocidad HDL y LDL, con alertas muy sonoras, por supuesto, porque nos va a costar frenar cuando lleguemos al límite.
Y a la pregunta final… qué más da, cuando alcanzamos una meta, o incluso antes, cuando creemos que estamos a punto de llegar, nos ponemos rápidamente un nuevo objetivo. Para no desacelerar, ni parar.
Porque lo que importa es sólo avanzar.
Aunque -estoy de acuerdo- si lo hiciésemos caminando y con paraditas, en vez de corriendo velozmente, disfrutaríamos más de lo que nos ofrece el camino.
Gracias Guille, por abrirnos los ojos de vez en cuando. Y por hacerlo tan bien… y tan rápido 😉
Una acelerada (intentando siempre parar un poco).
Sí. Las metas, ahora, son metas volantes, como en el ciclismo.
La traspasas y sigues dando pedales sin parar, ni un minuto, a disfrutar de lo conseguido.
Leyéndote he recordado algo que he leído esta mañana. Decía el libro que, desde que existen aviones,
tenemos una visión de las cosas que sólo estaba permitida a los dioses. Casualidad lo he leído mientras volaba.
El avión, el progreso nos ha dado el don de la quasiubicuidad. Comer en un país y cenar en otro.
No voy a rengar del progreso pero moverse a la velocidad de la tracción animal- andar, pedalear – te permite
disfrutar de las cosas con otra intensidad.