Los Bancos
07.06.2023
Comparte las aceras con nosotros gente inquietante, capaz de sentarse en un banco y pasar las horas observando como discurre la vida, sin necesidad de gastar ni de comprar nada. Punto de encuentro de adolescentes, oasis para ancianos que descansan las varices en un desierto de miradas indiferentes, los bancos públicos parecen inofensivos cuando los ocupa gente en edad improductiva.
En cambio, pocas cosas hay más sospechosas que un cuarentón solitario sentado en un banco. O es espía o es poeta o, peor aún, le faltan unos euros para sentarse en un café e integrarse en el sistema. Si en un descuido cruzan la mirada con él, las señoras bien clavan sus dedos en el bolso y las madres aprietan con fuerza las manos de sus niños.
Un banco es un lugar donde la gente se abre en canal a cualquiera dispuesto a escuchar. Hice roce, antes del virus, con un anciano al que, cada mañana, su hija aparcaba en un banco, una manzana detrás de la franquicia en la que trabajaba. Según se sentaba su memoria maltrecha reverdecía y le transportaba a un banco idéntico de la Castilla vaciada. Desde allí me contaba como, de niños, pescaban truchas a mano y cazaban pájaros cantores con liga. Aventuras de una infancia que la emigración truncó y que nunca contó a sus nietos. No supe más. Quizá regresó.
Los bancos están en crisis y, a estos, no hay quien los rescate. Hace ya años que los quitaron de los centros comerciales para que nos concentráramos en los escaparates. Hoy desaparecen de plazas y calles de las ciudades, no vayan a hacer competencia desleal a las terrazas. Amo mi ciudad, entre otras razones, porque cuida, limpia y mantiene sus bancos como vestigio de una época simple y calmada. Hay quien, a eso, lo llama calidad de vida.
Publicado en el Diario vasco el Domingo, 7 de junio de 2023.
Foto.- Ciutat Vella. Barcelona. 2014.
Estos últimos meses he echado en falta el articulo semanal.