Logópatas
21.07.2013
Hoy he visto un enorme cocodrilo reptando sobre el pecho de un señor de mediana edad. He pasado miedo. Hasta hace pocos años el lagarto bordado en los Lacoste medía 3 centímetros pero éste era un ejemplar de, por lo menos, 23 .
Ande o no ande, caballo grande. Burberry’s, La Martina o Polo Ralph Lauren han dado rienda suelta a sus logotipos y, al final, se han desbocado. Sufrimos la invasión de los logos gigantes.
Comenzaron esta fiebre la gente de Ralph Lauren. A finales de los 90 patrocinaban retransmisiones deportivas. Golfistas y recogepelotas vestían sus polos pero los espectadores no distinguían el pequeño símbolo – el jinete a caballo – de su marca en el televisor. Bordaron, para estos casos , una versión XXL del logo y, entonces, ocurrió lo inesperado. La gente comenzó a demandar los polos con el “Big Pony”. Desde entonces su logo ha saltado muchas veces la barrera del buen gusto. En las últimas olimpiadas Ralph Lauren diseñó los uniformes de la delegación USA y el caballo bordado en su americana era más grande que el escudo con la bandera americana.
Antes, los consumidores de marcas buscaban discreción y exclusividad. La elegancia susurra. La moda grita y lo hace, cada vez, más alto. Hoy Burberry’s hace calzoncillos y chancletas con su estampado y es difícil llevar un bolso o unas gafas de Prada, Channel o Gucci sin convertirte en un ostentoso anuncio con piernas.
La fauna logópata es rica y variada.
Están los grafólogos, que sienten debilidad por los monogramas como la G y la C invertidas de Gucci y Channel o el LV de Luis Vuitton. En esta categoría está el PdH de Pedro del Hierro, que goza de gran éxito entre los ejecutivos a pesar de lo fácil que resulta cambiar, inconscientemente, el orden de sus letras. Las mujeres son las principales consumidoras de monogramas en bolsos, fulares, gafas y otros complementos. Si abusan mucho de estos estampados, corren el riesgo de ser confundidas por la calle con un sofá tapizado.
Los Hombres Logo – algunos les llaman monologuistas – son aquellos que reivindican visiblemente la apología del monomarquismo. Por ejemplo, pueden albergar toda una familia de lagartos en zapatos, calcetines, pantalón, cinturón, camiseta o camisa, gafas y gorra. Sólo les falta llevar un bolso de cocodrilo.
Los plusmarquistas lo llevan todo de marca. Tienen un look entre mafioso ruso y deportista multipatrocinado. Hay plusmarquistas de Dior y de Tous, de tienda bien y de mercadillo de playa, y los plagios han conseguido que nadie sepa distinguir a los unos de los otros.
En estos tiempos de exhibicionismo aumentar el tamaño de los logos es adictivo. Es parecido a lo que ocurre con los labios operados. Los agrandas gradualmente a medida que te acostumbras a ellos. Y así hasta llegar al ridículo.
Versión de la columna publicada en El Diario Vasco el Domingo 21 de Julio de 2013.
Foto.- Polo, Pollo… NY 2011
después de tanto dimes y diretes, ahora va a resultar que el tamaño SÍ importa.
voy a repetirme: vivimos en un manicomio.
abrazo.
el tamaño importa, claro que importa. El problema es que los hombres no podemos elegir el tamaño que más nos gustaría elegir.
por eso nos pasamos el día luchando para tenerlo más grande.
el coche más grande, el televisor más grande y ahora el logotipo de la camisa.
los ideó-logos de la moda no venden ropa sino símbolos de autoafirmación.