Locales
17.09.2018
Las tiendas de siempre se marchan a la francesa. Una tarde llegas a hacer un recado, empujas el tirador de hierro y te extrañas al comprobar que no cede. Acercas la mirada al cristal y unos sobres con logotipos de bancos, tirados por debajo de la puerta, delatan una huida apresurada. Imagino al tendero, tras echar por última vez la persiana, lanzando una mirada hacia atrás cargada de nostalgia. Quién sabe. Quizá para entonces ya se siente estatua de sal.
Aparecen los primeros carteles pegados sobre el escaparate. Un aprendiz de grafitero ensaya su firma con poca fortuna. La P de ZAPATERIA se descuelga y ahora parece una d minúscula. La pintura de las jambas comienza a cuartearse y se perciben los primeros síntomas de óxido en la persiana metálica. Cuando cierra un comercio se descompone como una parte más de la vida de la ciudad.
Se alquila local. Local en venta. Es curioso que los espacios comerciales que salpican las aceras se llamen todavía así. Cada día hay menos comercios locales en nuestra calles. Exige un esfuerzo heroico plantar cara a los imperios que se han adueñado de nuestras ciudades. Frente a los recursos económicos y técnicos de las grandes cadenas y franquicias, una tienda tradicional es un proyecto de vida en la que el propietario, además de atender, es contable, decorador, jefe de compras, publicitario, almacenista y repartidor.
No sé de dónde proviene el término arteria comercial, pero ciertamente los comercios locales son la sangre y el oxígeno que nutren las ciudades. Son redes sociales nada virtuales. Allí se comparten conversaciones, risas y las noticias que no salen en el diario. Te fían y se fían. Te animan a llevarte unos pantalones a casa, que tu marido es perezoso para bajar a probarse, compran boletos para cualquier viaje de fin de curso y colaboran con las fiestas del barrio.
Esta semana cierra, en el centro de mi ciudad, Susperregui, una tienda de lencería fundada en 1930. Lo extraño es cómo ha conseguido sobrevivir, cercada por seis multinacionales de ropa interior. El próximo mes, un diseñador de Milán, París o Arteixo diseñará el rótulo, las bolsas y el vestuario de los nuevos inquilinos del local.
No sé. Hace tiempo que no me encuentro a un tendero pintando las paredes de su propio comercio.
Publicado en El Diario Vasco el Domingo, 16 de septiembre de 2018.
Foto.- Le Livre Ouvert es fermé. París, 2018.