Cicatrices
15.10.2021
No hay razón aparente para reparar, en estos tiempos, una taza que ha perdido el asa o una sopera resquebrajada. La cultura de consumo promete que es más práctico, cómodo, económico sustituir algo roto por su equivalente nuevo. En paralelo, el canon de belleza que hemos aprehendido desde la Grecia clásica nos asegura que la belleza se encuentra en la ausencia de defectos.
Por el contrario, el Kintsugi es un arte que promueve el valor de lo imperfecto. También destila una filosofía que nos invita a observar la vida desde otro ángulo. Kintsugi es una técnica japonesa de restauración de objetos, especialmente de cerámica. El artesano utiliza una resina, extraída del árbol de la laca, para ensamblar los pedazos de un objeto roto y, tras fijar las piezas, recubre las juntas con oro en polvo. De esta forma las grietas no se disimulan, se resaltan y cobran una nueva belleza.
A veces un objeto, una relación, el alma se nos rompe en mil pedazos. Kintsugi se ocupa de restaurar los objetos pero también nos habla de reparar nuestras heridas. Nos enseña que lo que está roto puede reconstruirse e, incluso, adquirir un valor superior.
En el objeto las fisuras se transforman en líneas de oro que narran su proceso de reparación. En nosotros, las cicatrices que nos hace la vida también escriben una historia de superación. Aceptarlas, incorporarlas a nuestra historia, les da un significado, nos hace fuertes y nos ayuda a afrontar los golpes con otro ánimo.
Dedicado a mis sobrinos, Ohiana e Iñaki, y a la familia Herce.
Publicado en El diario Vasco el domingo 12 de Octubre de 2021.
Foto.- Cicatrices.- París 2011.