Castillos
06.11.2013
Lo llamamos aprender, pero no.
Aprender proviene de apprehendere, un verbo de acción. Atrapar, arrebatar, perseguir.
Lo que hacemos es, en realidad, acumular información. Adoptamos como propios los recuerdos de las experiencias que han vivido otros. Sus gustos musicales, sus pensamientos éticos o religiosos, sus percepciones de otras culturas.
Creemos que conocemos otros pueblos, otras religiones, estilos de gestión de empresa o regiones vinícolas porque hemos memorizado datos, estadísticas o notas de cata de un tercero.
Cada información es una pieza. Las guardamos en su correspondiente casillero y después las ensamblamos, como si fuera un mueble de Ikea, creando modelos y referencias.
Los modelos nos permiten juzgar rápidamente qué es correcto y qué incorrecto. Los juicios formados antes de experimentar algo condicionan nuestra percepción cuando, posteriormente, lo probamos.
Los juicios previos tienen la tendencia enfermiza a cambiar el orden de las palabras y convertirse en prejuicios.
Los prejuicios estrechan la ventana por la que vemos el mundo. Convierten nuestra vida en un manual de instrucciones. El miedo a equivocarnos nos impide probar y, si no somos espontáneos, no seremos originales.
La construcción que más repite un niño, con sus bloques de madera de colores, es el castillo que aparece en la etiqueta de la caja. Cuando el niño intenta ser creativo y construye un castillo diferente, su padre, con mucho cariño, lo deshace y le muestra cómo montarlo de la manera correcta.
Publicado en El Diario Vasco el domingo 18 de Julio de 2010.
Foto.- Botones, mandos y luces. Atomium, Bruselas, 2010.
coincido totalmente contigo guille. estoy hasta el gorro de tanto prejuicio. nuestra sociedad me resulta demasiado convencional. no lo entiendo…con lo terapéutico que es sentirse libre…mua!
Creo que hay gente a la que le da seguridad un entorno convencional y otros que necesitan esa sensación de libertad e independencia.
Afortunadamente hay sitio para los dos. Y cuanto más convencional es el contexto, más satisfacción sientes al romper sus reglas.
Jajajaja, sí, ya te había entendido, pero me encanta sacar mis propias lecturas. Además, esa lectura que planteas, me resulta más irritante, probablemente porque tuve un padre muy adoctrinador…ya sabes por no pasear los traumas infantiles en público.
Pero ya que los he sacado, diré que espero no haber heredado por genética ese “quita, que ya lo hago yo” tan matador de toda posible creatividad 😉 Al menos, me esfuerzo por no ser así con mi hija y con los equipos de trabajo que van pasando por mi vida.
Gracias Guille por recordármelo una vez más. Un abrazo.
¡ Abrazos !
Vale, de acuerdo con todo.
Pero cuando somos creativos, también utilizamos todo lo aprendido, toda esa información acumulada con la experiencia.
Lo que ocurre es que unimos los datos, los combinamos o los mezclamos, de una forma nueva, de una manera no existente hasta ese momento. Y si el nuevo resultado es, además de original y diferente, mejor que lo ya conocido, entonces la creación o la innovación tiene un mayor valor.
Así que sí, mejor dejar a niños y mayores, que aprendan a montar nuevos castillos en el aire (creo recordar que esto tenía música…). Porque no sólo es constructivo, es también muy divertido.
Un abrazo a los creativos.
De acuerdo con lo que expones.
No quería ir por ahí. me refería a la diferencia que existe entre aprender por experiencia propia a tomar como axiomas lo explicado, y supuestamente aprendido, por otros. Y no me refiero tanto a los conocimientos como a las experiencias vitales o de los sentidos.
Que bueno Guille.
Aunque últimamente no suelo escribir después de leer, que sepas que me gustan mucho tus artículos.
los resumiría diciendo que nos muestras la lógica de las cosas cotidianas que no vemos y que son más reales que lo que acostumbramos a querer ver.
….bueno yo me entiendo
Gracias Javi,
yo no sé explicarlos pero me encanta que te gusten y que te pares un minuto a pensar sobre ellos.