Cajas
29.12.2013
Todos conservamos imágenes y sensaciones, guardadas en cajas de cartón, en el fondo de nuestro trastero.
Diciembre huele a nostalgia. La navidad rasga la cinta de embalar y desempolva nuestros recuerdos. Un villancico te devuelve a la infancia. El aroma de la sopa de pescado dibuja en el aire la cara de tu madre. Una silla vacía se llena de recuerdos. Estos días la música, las luces, la alegría, conviven con nuestras emociones más escondidas.
La rutina navideña acentúa las diferencias. Repetimos el menú de nochebuena, escuchamos las mismas canciones, elegimos los mismos dulces para la sobremesa, esos que siempre sobran. Hasta nos sentamos, cada año, en los mismos sitios. Cuando todo es idéntico contrastan más los cambios.
Nostalgia. Ausencia y recuerdo. Del hogar. De la inocencia. De una juventud libre de responsabilidades. De aquel amor. Del pueblo, la región o el país que dejaste atrás. De los que están fuera y de los que ya se fueron.
La melancolía es cálida pero hace trampa. El presente y el futuro son una preocupación. El pasado, en cambio, es un rincón confortable que hemos amueblado a nuestro gusto. El recuerdo de un ayer idealizado en el que no estuvimos. La memoria sólo conserva fotos hermosas. Hermosas, sí, pero retocadas.
La nostalgia es un placer triste. Exiliarse en el trastero, entre cajas de recuerdos, conlleva el riesgo de sufrir un síndrome de Diógenes emocional. De refugiarse en una vida que ya no volverá.
Vivir el presente, en cambio, es rellenar las cajas con nuevos recuerdos para mañana.
Publicado en El Diario Vasco el Domingo 29 de Diciembre de 2013.
Foto.- Cajas llenas de recuerdos. El Born, Barcelona.
Que melancolico el texto. Ya se acabó la navidad otra vez! Que fugaz es la vida 🙁
Holaaa! muy chula la explicación. La verdad que me he guardado la entrada en favoritas para consultarla cuando me haga falta. Estaba buscando algo de info y me ha ayudado mucho. En la web de http://www.mudanzaslogroño.com también teneis algo más de ayuda por si la necesitais. besos y hasta pronto!
Yo viví alquilado, unos meses, en una casa en la que acababa de morir su propietario, un señor viudo. Su hija nos alquiló la casa sin llevarse ninguno de los recuerdos que quedaban. Fotos, ropa, colecciones de revistas, cachivaches más o menos útiles. Un regalo para un tipo curioso y aficionado a la antropología de andar por casa…
Después de unos días disfrutando de las sorpresas en los cajones y armarios, acabamos un poco deprimidos y con un ataque de nostalgia ajena dándonos cuenta de lo fútil de esa acumulación de trozos de historia personal. Me quedé muy tocado y desde entonces procuro no guardar demasiadas cosas, para evitar esa nostalgia de la que hablas, aunque no siempre puedo evitarlo.
Lo que cuentas del viudo y la nostalgia ajena da para una historia muy chula.
Yo lo guardo todo.
No sé si por nostalgia o por alguna otra oscura razón pero soy una acumulador de chatarra.
Abrazo y feliz año.