Azul y Rosa
18.12.2016
Hace tan sólo cincuenta años, el Príncipe Azul se despojó de su casaca de terciopelo rosa y la desterró al armario. El rojo de la sangre, del vigor, de la fuerza fue, durante siglos, el color del Rey y el príncipe heredero vestía de un rojo rebajado para distinguir a quien estaba destinado a sucederle.
Hasta principios del siglo XX los niños vestían de rosa y magenta. Las niñas lucían un azul celeste, delicado y puro, como el manto de la Virgen. El rosa no se afianza como color femenino hasta los años 80. Paradoja. En estos últimos veinte años de reivindicaciones de género se ha multiplicado la tendencia a colorear los sexos.
Desde el primer día de vida construimos un mundo binario que nos clasifica por colores. Asignamos género, masculino o femenino, a prendas, cortes de pelo, músicas o juguetes. No nos inquieta que un hijo varón pida, como regalo, un videojuego violento pero nos preocupamos si le gusta jugar con un coche capota. Como si de mayor fuera a ser asesino en lugar de padre.
No nos debería resultar extraño que a los niños les guste jugar a las cocinas y que las niñas quieran hacer construcciones. La identidad de género comienza a los dos años y se afianza antes de los seis. Los juguetes no tienen sexo y los niños no son un estereotipo. Sin embargo, los embalajes clasifican por colores, azul y rosa, juguetes tan neutros como un microscopio o una guitarra.
Jugar desarrolla la imaginación, los afectos y la capacidad de relacionarse. Es la forma más sencilla de aprender a ser iguales. También de crear las primeras diferencias.
Publicado en El Diario Vasco el Domingo, 18 de Diciembre de 2016.
Foto.- Colores. Estudio del pintor Geoffrey Humphries. Venecia, 2014.
Comparto.Me fascina la foto.Saludos,
¡ Gracias !