Segundero
30.10.2013

 

New York-Tokio-Wiesbaden

El tiempo es un espacio en régimen de alquiler y sin derecho a compra. El solar sobre el que construimos nuestra existencia. Fuimos dueños de nuestro tiempo mientras no existió la exactitud. Hasta que  llegaron los relojes, las horas y los horarios.

Existían relojes de sol y de agua pero no había necesidad de parcelar el tiempo en pedacitos. Fueron los monjes los primeros que necesitaron medir la hora con precisión. San Benito dividió el día en 7 misas u horas canónicas.

Pronto, los  retrasos en la liturgia se juzgaron como un agravio a Dios . En ese momento, los monjes se dedicaron a la relojería. Perfeccionaron las maquinarias en los monasterios, inventaron los relojes de pesas, los instalaron en torres y difundieron el ritmo del tiempo desde los campanarios.

Primero, las campanas anunciaron las horas. Después dividieron los momentos en espacios cada vez más breves. Cada tañido marcaba el inicio de la jornada, la pausa de comer, el fin del trabajo, el cierre del mercado o el de las tabernas.

El reloj pasó, de ayudar a organizarnos, a dirigir nuestro tiempo y nuestra vida. Llegaron el reloj de pared, el de pulsera y el cronómetro. Hoy el teléfono móvil es nuestro campanario de bolsillo que nos recuerda qué debemos hacer y cuándo.

Hay un proverbio afgano que nos retrata, “Vosotros tenéis los relojes pero nosotros tenemos el tiempo “. Cada vez más, la palabra tiempo está asociada a la palabra velocidad. ¿ Recuerdas cuando tenías el tiempo suficiente para hacer una sola cosa a la vez ?

De vez en cuando, es sano dejar que manden el sol y los instintos. Silenciar el móvil. Esconder el reloj. Las manecillas avanzan, insensibles, en una cuenta atrás. El segundero da fe del tiempo ya pasado pero es incapaz de calcular el que nos queda.

 

Publicado en el Diario Vasco el domingo 31 de Marzo de 2013.

Foto.- New York-Tokio-Wiesbaden.  Berlín 2012.

 

11 comentarios:

  1. Felipe dice:

    Me gusta mucho esta imagen, una toma realizada a pulso con una ligera trepidación. Hay una mezcla de luz interesante: un foco de incandescencia ilumina desde la derecha a poca distancia de la pared y un poco por encima de los preciosos relojes de cuco. Traza una sombra definida y un tanto rasante a la izquierda de los objetos -realzando las irregularidades de la pared- y crea un grueso trazo vertical que simula un cambio de ángulo, una esquina inexistente: la sombra de una columna de la que pende otro reloj -orientado en la misma dirección- la visera de cuya cabaña adivinamos cómo sobresale discretamente.
    Debe existir otra fuente de luz a la izquierda de la imagen -ligeramente por debajo de los relojes- que quizá sea natural, porque de ella procede una luz más suave y azulada, creando una sombra más difusa y menos amarillenta, justo en dirección contraria… La magia de los complementarios.
    ¡Cómo son los alemanes! El reloj de mayor tamaño les corresponde. Después la hora norteamericana y, por último, el japonés (de menor tamaño porque sin duda equipará mecanismo electrónico de temporizador piezoeléctrico, sin necesidad de resortes, engranajes, muelles ni pesas…).
    Sin duda mi preferido es el pequeño cuco laureado de la izquierda, que parece darnos a entender con su posición nuestra errónea percepción de ángulo. Su tiempo no está asignado a ningún lugar y -esmaltados en verde y arena sus adornos- parece medir la cadencia de nuestros momentos más pausados.
    Las manchas de yeso sin recubrir -sobre la pared al otro lado – denotan cierto cansancio tras tanto cambio. Me recuerdan aquellas manchas negras -aquí en negativo- que formaban en el cielo los disparos de los antiaéreos al paso de los aviones enemigos. Aquí parecen bombardear el paso del ‘cuclillo’.
    El hombre que -supuestamente- derribó el ‘pájaro’ en que volaba Antoine de Saint-Exupéry murió el pasado abril en Wiesbaden. Aquel día hubiera sido preferible que no saliera a cantar las horas ni las medias…
    Un abrazo

    Posdata. El legado del escritor lo patrocina hoy -curiosamente- una ‘casa relojera suiza’. ¡Cucú! Hora de descansar…

    • guille dice:

      Bueno, esto no es exactamente un comentario.
      ¡ Es un artículo en toda regla !

      Tan sólo añado dos detalles sobre la foto.

      La foto está tomada en el hall del hotelMichelberger, en berlín.
      Un hotel fantástico para jóvenes/modernos al que entré a curiosear.
      había muy poca luz y, como ya he comentado, me limito a robar imágenes sin conocimiento ni dedicación.
      La sombra que deja aislado el cuco laureado no es de una columna.
      La pared no es recta hace un pequeño recodo y proyecta sombra junto al cuco laureado que, en realidad está un poco más leos del
      objetivo que los otros.

      ¡ Abrazo !

      Te/os recomiendo que entréis a conocer el hotel. es muy especial.

      http://www.michelbergerhotel.com

  2. iñaki dice:

    Oye, que también hubo unos monjes (sabios) que se dedicaron a “fabricar” alcohol.¡¡¡viva Dom Perignon!!!

    • guille dice:

      Mientras otras religiones prohiben el alcohol el catolicismo consagra el vino y lo llama Sangre de Cristo.

      No soy creyente pero me alegro de haber nacido en un área de influencia sociocultural católica.

  3. susana dice:

    Preciosas metáforas, Guille, que vuelven a invitarnos a reflexionar…

    Creo que el tiempo se ha convertido en una grave enfermedad del planeta.
    Hemos sustituido el natural transcurrir de los momentos por un consumo frenético de cada instante. Hasta hacer del automatismo y la inmediatez un deporte vital.
    Ahora el “ya” es el tiempo de los deseos y el objetivo de la mayoría de nuestros actos.
    Y lo peor es que parece que no hemos dejado nada de ese tiempo para el discurrir ni para el pensamiento tranquilo.

    Yo he vivido muchos años a toda prisa, con un mismo tiempo para todo y la sensación de no tener tiempo para nada.
    Hasta hace un año que, después de otros muchos corriendo sin parar, frené.
    Dejé que el tiempo siguiera transcurriendo a su irremediable velocidad, y decidí empezar a medirlo de otra manera.
    Marcando yo el ritmo. La periodicidad en la que suceden mis actividades. La proporción en la que distribuyo mis trabajos y mis aficiones. El compás con el que ejecuto cada quehacer.
    A veces me dejo llevar por el frenesí y las prisas. A veces, por la placidez y el sosiego.
    Así tengo la ilusión de controlar el tiempo, mi tiempo.

    Desde la perspectiva del reloj, o incluso del campanario, probablemente esto sea sólo aparente, quimérico o -como se dice más hoy en día- virtual. Pero a mí me sirve, me resulta más armonioso y mucho más grato. Y no podría dejar de recomendároslo a quienes os encontréis en mi situación de hace un año:

    Parad un poco de vez en cuando, y recuperar vuestro tiempo. Veréis qué gusto da.

    Muxus 🙂

    • guille dice:

      Creo que quien es dueño de su horario es dueño de su vida.
      yo estoy en fase de aprendizaje y, sólo por eso, ya me siento satisfecho.

      Sobre los relojes, te dejo esta frase que escribió Plauto en “La beocia ” cuando faltaban 200 años para qyue naciera Cristo y nuestra forma de medir los años:

      ¡ Los dioses confundan al primer hombre que descubrió
      la manera de distinguir las horas !,
      y confundan, también,
      a quien es este lugar colocó un reloj de sol,
      ¡ para cortar y destrozar tan horriblemente
      mis días en fragmentos pequeños !

  4. leon dice:

    Soy una persona de multi oficios, y me gusta.
    Entre ellos esta el de jardinero.
    Disfruto con esta actividad gracias al ritmo que marcan el Sol y la Luna.
    Con este ritmo me da tiempo ha pensar y a organizar, este oficio me
    obliga a estar mirando al cielo a menudo para saber en que dirección sopla el viento, por que eso me condiciona. Me agrada porque me hace estar en contacto con la tierra (la madre tierra).
    Para mi la naturaleza es femenina, sobre todo porque tiene capacidad de reproducción,la reproducción requiere paciencia, y los oficios que practico salen mucho mejor si les dedicas un poco de paciencia.
    Me agobia el ritmo que marcan los bancos, esa prima que todos tenemos y no conocemos, si, la del riesgo, si por lo menos nos la pudiésemos tirar…,pero ni a la basura.
    Hace dos semanas que he estado en Lisboa (capital) y una cosa que me sorprendió y agrado, es que vi a la hora del atardecer a mujeres que sacaban su silla a la calle junto con su vecina para hacer punto o ganchillo, se estaban dedicando tiempo para ellas.
    Cuando yo era joven, las mujeres de mi pueblo, madres y abuelas, antes de organizar la cena tenían su rato para jugar una partida de cartas o de lotería.
    Creerme, yo, eso lo he visto, aunque parezca ciencia ficción.
    Y voy acabando, me parece importante ponerse un limite en la jornada laboral, para poder atender nuestros queridos y a nosotros mismos.
    Creo que se me queda algo en el tintero, quizás me salga otro día.

    • guille dice:

      El nuevoriquismo era crisis de valores y la crisis económica es una vuelta a los básicos.
      Vuelve el ritmo de la naturaleza, volverán los oficios y espero que vuelvan las cartas y la lotería.
      Los videojuegos son viciojuegos. Establecen relaciones entre tú y la pantalla. Y eso nunca ha sido una relación.

      Espero que te siga guiando el sol y la luna.
      ¡ Abrazo !

  5. Luis dice:

    Este no te lo había leído, lo siento!!! De todas formas me encantan los relojes. Los antiguos aún más…

    • guille dice:

      A mí también, aunque hace años que no llevo uno en la muñeca.
      Los relojes son una gran herramienta hasta que su tic-tac comienzan a marcarnos el paso…

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