Relevo
26.09.2016

 

no-habra-milagros-aqui

Tuve la suerte de que me educaron para no poner etiquetas. Me enseñaron a no hacer diferencias entre mujeres y hombres. A no catalogar a la gente por su orientación sexual. A no juzgar a nadie por su dinero, su procedencia o su color de piel. A tratar con el mismo respeto al cocinero, al camarero y al dueño del restaurante.

Crecí en una época en el que se valoraba la cortesía. Me enseñaron a sonreír, saludar, escuchar, agradecer, disculparme, pedir por favor. A distinguir entre libertad y egoísmo. A respetar los espacios, intimidades, creencias e ideales de próximos y prójimos. A dar más opiniones y menos consejos. A querer más a las personas que a los animales. Me hicieron ver lo ridículo que es ser engreído. Me explicaron que es impertinente hacer ostentación y preguntar sobre asuntos de dinero.

Afortunadamente, me obligaron a recoger la taza, hacer la cama, ordenar mi cuarto, tirar la basura, comer todo lo que me servían en el plato y cuidar mis cosas. Me inculcaron que es mejor tener poco y bueno. Que no debo comprar algo nuevo hasta que no se rompa el viejo. Que la frustraciones son parte importante de la vida. Me enseñaron a esperar. A no desear lo que no puedo tener. A no delegar en otros mi responsabilidad. Me dejaron elegir mis estudios, mi camino, mi futuro.

Cuando eres joven es difícil valorar lo que hacen nuestros mayores por nosotros. Quizá el mayor reconocimiento es seguir avanzando en esta carrera de relevos. Ceder a la próxima generación el testigo que me confiaron.

 

 

Publicado en El Diario Vasco el Domingo, 25 de Septiembre de 2016.

Foto.- No habrá milagros aquí.- Edimburgo, 2016

 

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