Mínimos
25.01.2015

 

For Sale

Puedo ser ateo, puedo cuestionar el papel de las religiones y criticar las intromisiones de sus representantes en mi vida sin necesidad de insultar a su fe, su doctrina o sus símbolos. Puedo disfrutar y reírme en una fiesta extraña a mis costumbres sin tener que burlarme de los que celebran sus tradiciones. Puedo reivindicar los derechos de un colectivo sin monopolizar la fiesta y ofender al resto de ciudadanos.

Los derechos individuales han borrado los límites de la convivencia. La subjetividad egocéntrica ha creado tantas formas de interpretar la sociedad como sujetos somos en ella. El derecho – legítimo – a la libertad de expresión es la excusa ideal para justificar cualquier exceso.

Asociamos, torpemente, el respeto a la autoridad, a la obediencia y a la falta de libertad. Sin embargo el respeto es el hilo con el que se tejen las relaciones sociales. Convivir es conocer los límites de cada uno y aprender que estos acaban donde comienzan los del vecino. La cultura individualista tiene derechos pero también normas. Sí, somos dueños de nuestros actos pero también somos responsables de ellos.

El respeto es educación y cuesta esfuerzo. La falta de respeto, en cambio, es una epidemia contagiosa. La vemos cada día en la televisión, en el debate de los políticos y forma parte de nuestra vida cotidiana. Basta ver el comportamiento violento de algunos padres durante las competiciones deportivas de sus hijos.

Hoy, sobrecargamos a nuestros hijos con actividades extraescolares para intentar mejorar su formación. Queremos que aprendan chino, piano, programación o tae-kwondo pero no dedicamos un minuto a la educación en valores, la empatía, la capacidad de crear consensos u otras habilidades sociales.

Para vivir en sociedad hay que saber conjugar la libertad individual con las exigencias de la vida en común. No podemos subcontratar la enseñanza de normas cívicas a la escuela. No podemos entender el respeto como el mero cumplimiento de leyes y ordenanzas. Debemos llegar a un acuerdo de mínimos. Crear un manual de instrucciones para la convivencia en sociedad.

La defensa extrema de los principios individuales desemboca en una jungla donde impera la ley del más fuerte.

Y, con todo el respeto, no creo que ese sea el mejor camino para vivir en libertad.

 

 

 

 

Publicado en el Diario vasco el domingo, 25 de enero de 2015. ( Versión ampliada )

Foto.- For sale.- Miami, 2013.

5 comentarios:

  1. Iñaki dice:

    Gracias guille.Has respondido a lo que yo pienso,es decir,que libertad de expresión no puede ser patente de corso.Entonces, ya no es libertad.abrazote

    • guille dice:

      Gracias, la libertad de expresión es la garantía de que puedes expresar tus opiniones, creencias o ideología sin ser castigado por ello. faltar al respeto, insultar, herir al prójimo por el mero hecho de alimentar un ego equivocado tiene otro nombre.

  2. carmen dice:

    Una vez más, Guille, yo solo puedo suscribir o que tú escribes. Mil gracias.

  3. Aran dice:

    Qué mínimo!!

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