Maleducados
22.08.2017

 

Se llevó mi corazón

Somos una especie acostumbrada a enfrentarse entre sí. Como cualquier otro animal hemos evolucionados genéticamente para sobrevivir y, quizá por ello, no es tarea difícil sembrar el odio en nuestras mentes maleables. Desde los tres años comenzamos a sentir rabia, ira o temor. Hasta los doce desarrollamos prejuicios y aprendemos a discriminar, a percibir rechazo. A valorar lo propio y negar la religión, identidad sexual, piel, idioma o cultura diferente.

Durante la infancia familia, escuela y amigos nos contagian sus creencias y conductas tolerantes o intransigentes. Respetuosas o absolutistas. Más adelante, el entorno y los medios de comunicación conforman eso que llamamos criterio.

En días como estos la realidad nos hace tomar conciencia de que somos vulnerables. Catástrofes como un atentado nos ponen a prueba. Son momentos para unirnos y reflexionar y, sin embargo, basta una visita a las redes sociales para constatar que estamos rodeados de resentimiento. ¿ De dónde nace tanta hostilidad? ¿ Por qué el odio se propaga con más virulencia que la solidaridad, el respeto o el entendimiento ?

No nacemos odiando. A odiar se enseña y hoy tenemos demasiados profesores. Están los líderes populistas que logran apoyo hurgando en nuestros sentimientos. Los políticos que tuitean su odio como parte de la jornada laboral. Los sectarios que aprovechan el dolor para reafirmarse en su bando y su bandera. Los intolerantes que no reconocen la igualdad de los que son diferentes. Los medios de comunicación que traicionan su profesión por un minuto de audiencia. Los sinvergüenzas que mienten sin vergüenza. Los indecentes que contaminan las redes. Y los necios, claro. Están los necios que irradian su desprecio porque les ayuda a sentirse superiores.

Maleducado es un adjetivo peculiar. Califica a una persona pero, en realidad, alude a los responsables de su formación. Educar es desarrollar las aptitudes intelectuales de una persona y encaminarle en unos valores morales y sociales. Maleducar, en este caso, es influir con la conducta para generar rechazo. El odio es un virus contagioso. El rencor sólo produce más rencor. La hostilidad provoca hostilidad.

Tenemos como padres, como ciudadanos, como comunicadores, la responsabilidad de educar en el respeto. Debemos enseñar a aceptar unas reglas sociales comunes. Cordialidad, humanidad, amabilidad son herramientas insustituibles para la convivencia entre personas. Y aunque, por sí solas, no van a solucionar nuestros problemas inmediatos son el único camino para lograrlo.

Además, hacen un poco más soportables estos momentos.

 

 

Publicado en El Diario vasco el Domingo, 20 de Agosto de 2017

Foto.- Corazón triste. Barri Gòtic, Barcelona.- 2014

1 comentario:

  1. iñaki dice:

    Suscribo.Es obvio que lo de Barcelona fue un crimen.Dicho esto,me desagrada que,ocho días después los medios-sin excepción-sigan alargando el chicle y, lo que es peor, está entrando la vertiente política(ya sabes,que si catalanes,que si españoles,que si los Mossos,que si la Guardia Civil,etc.etc.)He decidido pasar del tema.¡Ya está bien de explotar el morbo y exacerbar a los radicales!Dan ganas de marcharse al bosque,como en Walden,¿te acuerdas?

    abrazote,

Responder a iñaki:

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